El ocio es el anzuelo del demonio.
la vida religiosa no consiste tanto en llevar ideas nuevas a un mundo que ya está lleno y saturado de ideas, sino en dar testimonio del amor en comunidad.
El hombre que se encuentra con Dios renuncia a todo lo que el pecado y la sensualidad presentan como atrayente e indispensable porque paladea alimentos más exquisitos y sabores más delicados.
El hombre contemplativo no amontona nuevas ideas sin ton ni son y no imagina el mundo fuera de la fe, es el hombre que contempla y gusta el amor de Dios en las cosas y en la creación.
Adviento es despertar y esperar, sacudirse del sueño.
Para que nazca Jesucristo es necesario que yo mengüe.
La salvación de una sola alma bien vale una Diócesis.
Esperar en el sufrimiento y Dios hará justicia.
La obediencia nos salva, la humildad.
La intimidad con el Señor lleva a la acción secreta, a lo que Él te indique.
Solo el hombre de una fe viva posee el lenguaje contemporáneo para el hombre de hoy.
En la oración la luz del Espíritu Santo nos conduce hasta las insondables profundidades de la íntima experiencia de la Santísima Trinidad que se hace visible en la unidad de una comunidad de personas diversas y libres.
Hay que preguntarse siempre a dónde nos lleva el barco, cuál es su destino. La meta del barco proyecta una luz precisa sobre todo lo que se encuentra en él, es muy distinto ir en una u otra dirección.
A veces el nacionalismo o regionalismo es un valor más vivo e importante que la ética evangélica y otros valores cristianos. Somos católicos y hermanos de la misma Iglesia hasta que no se toca la nacionalidad, la lengua o el patrimonio cultural, entonces cada uno empieza a afirmarse como pueblo y coloca su ideal de pueblo o nación por encima de todos lo demás valores cristianos.
Jesucristo vino para servir. Hay gran diferencia entre el individuo que vive en función del otro, del servicio a la familia, al grupo o a la sociedad, y el individuo que vive en función de que todos ellos le sirvan a él. Se ve muy claramente en el arte contemporáneo, todo artista quiere ser original; tener un estilo propio significa ser un genio y un hombre de éxito, pero muchas veces este lenguaje completamente personal y subjetivo se hace para el otro totalmente incomprensible.
El hombre, sobre todo en su juventud, valora más ser autónomo que cumplir la voluntad de Dios. La trampa está en que creyendo ser autónomos y creativos acaban todos haciendo lo mismo, huyen del verdadero Padre y caen en manos del primer padrastro con cierta capacidad de arrastre que lo confundirá, infantilizará y despersonalizará.
La nueva evangelización consiste muchas veces en acompañar al que se ha visto captado por el testimonio del amor.
El padre espiritual no puede sustituir a Cristo, no puede ser él la luz que ilumina al otro, eso lo haría dependiente de él, tampoco puede suplantar al paráclito que es el único consolador verdadero.
Un signo inconfundible del verdadero crecimiento espiritual es la docilidad al Espíritu, no ser testarudo, no defender con fuerza la propia voluntad y el propio parecer, estar abierto al otro y prestar atención a Dios, a su palabra y a sus gestos.
Ceder siempre no es perder siempre, es ganar al verdadero enemigo que es nuestro orgullo.
El culmen de la pedagogía cristiana es el perdón.
El hombre de hoy tiene gran necesidad de encontrarse con alguien que acoja todo lo que él dice, sin preguntarle dónde ha estado, qué ha hecho, dónde se ha manchado; tiene necesidad de que alguien que le dé ánimo, le haga una fiesta y le muestre que no solo le perdona sino que le amaba mientras pecaba.
El silencio ante el sufrimiento expresa la incapacidad para explicar su misterio. En la Pasión de Cristo todos hablan menos su madre que lo acompaña en silencio.
En la vida cada día cambia con sucesos prósperos o adversos. El que teme a Dios ni se exalta en la prosperidad ni se abate en la adversidad.
Se juzgan los pecados, no al pecador. La persona descubre en Dios una acogida sin límites ni cansancios.