Los monjes antiguos aconsejan someter a los pensamientos que nos vienen de fuera con cuestiones como ¿De dónde vienes?, ¿Quién te ha traído?, ¿Qué quieres?, ¿Por qué tanta prisa? Si el pensamiento es del Espíritu volverá de nuevo, porque el Señor es humilde, está a nuestra puerta y llama. Si el pensamiento es del tentador y no lo tomamos en consideración, o le hacemos esperar, se ofenderá y a la vez se irá debilitando.