El dolor profundo del corazón, roto y humillado, es una etapa importante de la vida espiriritual que no es fácil de pasar; es una experiencia que comienza en el momento en el que la imagen ideal que teníamos de nosotros mismos y que los demás tenían de nosotros salta en pedazos y nuestro orgullo sufre un duro golpe. En el corazón de una prueba así es donde Dios hace Pascua mostrándose cercano, acogiéndonos en la extrema debilidad de la rotura y levantándonos.