Una persona herida, desestructurada, psíquicamente débil, incapaz de dirigirse a Dios y de establecer relaciones serenas con los demás, puede vivir una experiencia de amor, de cariño y de atención en una comunidad de cristianos que reconocen con amor su existencia, aunque les repita mil veces la misma historia. Donde hay caridad allí está Dios.