El hombre, sobre todo en su juventud, valora más ser autónomo que cumplir la voluntad de Dios. La trampa está en que creyendo ser autónomos y creativos acaban todos haciendo lo mismo, huyen del verdadero Padre y caen en manos del primer padrastro con cierta capacidad de arrastre que lo confundirá, infantilizará y despersonalizará.